El diagnóstico cuántico y su respectiva terapia pueden considerarse una verdadera medicina preventiva, ya que no es necesario estar enfermo para realizarlo e iniciar acciones que mantengan la salud.
Cualquier análisis de laboratorio clínico no ofrece prevención ni diagnostica; solo muestra valores dentro o fuera de “rango” basados en reacciones químicas, como la glucosa, los triglicéridos, el colesterol y la hormona tiroidea. Esos resultados no explican por qué un organismo no utiliza adecuadamente la glucosa o mantiene las grasas en el torrente sanguíneo. Los medicamentos solo intentan bajar esos niveles, tratando los síntomas sin investigar las causas. Esto lleva a consultas con diversas especialidades y a depender de la industria farmacéutica sin preguntar qué originó esos valores fuera de rango y qué factores están involucrados, recibiendo únicamente recetas para consumir medicamentos.
Por ejemplo, ¿las personas con altos niveles de azúcar en la sangre tienen el mismo origen? No. Sin embargo, a la mayoría se les recetan los mismos medicamentos alopáticos, manteniendo el problema y al paciente como un cliente cautivo de por vida, consumiendo diferentes marcas y dosis generadas por la industria farmacéutica.
Lo mismo ocurre con la presión arterial alta; se detectan los valores y se inicia el tratamiento sin investigar las posibles causas para buscar soluciones. Un alto porcentaje de lo que refleja un organismo tiene un origen emocional, y a esto solo le llamamos estrés.
Para realizar el estudio se requiere una pequeña muestra de cabello, saliva o sangre (no transfundida), suficiente para el diagnóstico cuántico, ya que representa a cada organismo y su energía vital (no hay dos individuos iguales en todo el universo) y no es necesario estar en ayunas para tomar la muestra.
El diagnóstico cuántico tiene la ventaja de ser una verdadera medicina preventiva, ya que no es necesario estar enfermo para hacerse el estudio. Detecta desequilibrios en órganos internos a tiempo, permitiendo mantener la salud y evitando que el organismo caiga en desequilibrios mayores que requieran servicios hospitalarios urgentes, alarmantes y generalmente costosos.
Es comparable al mantenimiento preventivo de un automóvil: cada cierto número de kilómetros se requiere una revisión de puntos importantes para evitar quedar varado en el camino, lo que implicaría llamar a una grúa, trasladar a la familia al destino no alcanzado, dejar el automóvil en talleres lejanos, y compensar su uso con servicios de taxis, Uber o Didi, hasta que salga del taller (hospital). Esto si no es necesario pedir un motor nuevo o considerarlo como pérdida total.